sábado, 19 de abril de 2008

Crítica ImaginaciónAtrapada 2

"Criminal": Creer poder y poder

“Criminal”, un grito desesperado de la Dra. A, así comienza la obra de Javier Daulte bajo la puesta en escena de Marcelo Velázquez. Cuando se define “Criminal”, se habla de una “pequeña tragedia sobre una transferencia contratransferencial.”
La transferencia de la que se habla está dada desde el vestuario. La Dra A. vestirá una blusa violeta con un traje gris claro, que se representará en su paciente Carlos Cossio, donde lo violeta se encuentra en la corbata y lo gris oscuro, en este caso, en el traje. El colega de la doctora, Juan Bueras, llevará puesta una camisa color celeste que se repetirá en el vestuario de la mujer de Cossio, Diana, en el conjunto de gimnasia. En definitiva, el vestuario responde a la propia transferencia del paciente hacia el psicoanalista, aunque esto finalmente se invierta. Lo contratransferencial está dado en el crimen que sólo al final se comprende. El espectáculo juega constantemente con las hipótesis del espectador. El clásico ¿Quién fue? Y de este modo va sufriendo distintas decepciones y nuevas intrigas para revelar.
En lo contratransferencial, la obra muestra el juego de poder entre los psicoanalistas y sus pacientes y el absoluto desequilibrio. Los cruces son constantes, pautados desde los movimientos de los personajes, la iluminación y la escasa escenografía que posee la obra, compuesta entre otras cosas por un escenario construido en forma asimétrica que acompaña el desequilibrio mencionado.
Los cruces, según mi criterio, se dan desde la pugna de poderes. Y esta pugna se rompe una y otra vez, quitándole valor al razonamiento deductivo, la palabra pierde poder por un lado y por el otro evidencia lo no dicho, donde se deposita en última instancia lo que luego de pasar el ‘horror’ podrá ser verbalizado, aunque no por todos. Cuando la Dra A. habla con Juan Bueras, se posiciona por encima de sus saberes, creyendo deducir el crimen que se está por cometer. Claro que nada de esto sucede y el saber-poder queda absolutamente trunco. Cuando la relación se da entre los pacientes -hasta un determinado momento- el poder lo tiene Diana, o por lo menos eso es lo que la obra nos hace creer hasta el giro dramático. Diana también ejerce por completo el poder sobre su psicoanalista, extorsionándolo por medio de actitudes histéricas e inventos. Ella amenaza con contarle a su marido que lo dejará por él. Aunque aquí habría que marcar que no es la histeria de Diana la que intimida al Doctor, sino su más terrible secreto. Por otro lado, Carlos Cossio se muestra como un ser indefenso que necesita de la comprensión y de la escucha constante de la Dra A, brindándole a ella un lugar privilegiado, quien no lo ve más que como un cliente, siendo ese uno de los elementos que hará que los roles se inviertan.
Dejando de lado la complejidad de la trama, el espectáculo se hace valer no sólo desde el juego de poder ya explícito, sino del modo en que este juego es representado. Las variantes se ejercen tanto emocionalmente como físicamente. Las posturas de los actores irán cambiando a medida que cambian las facetas de sus personajes. Entonces, son estos cambios los que desde mi punto de vista nos sorprenden. En el momento dónde se cree haber construido una historia hermética, un nuevo giro vuelve a despedazar cualquier posible conclusión.
“Criminal” comienza engañando ya desde el título, desde el género. Lo que en un comienzo parecerá una obra de suspenso exclusivamente trágico, se convierte en una obra de una gran ironía, diluyendo la tragedia en la comedia. “Criminal” invierte, explicita al verdadero poder desde la concatenación de los hechos, desde la palabra oculta, no desde la dicha. La dicha se desbarata, falla. Todo es mal leído. Los saberes no son tales, la transferencia se rompe y paradójicamente los pacientes se curan.
Por Jimena Trombetta. 25 de marzo de 2008

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