lunes, 13 de abril de 2009

Un texto brillante y actuaciones excelentes en una obra que toma como centro la relación psicoanalista-paciente.

Criminal

Por Teresa Gatto
para Leedor.com
Transferencia y contratransferencia suelen ser ejes del psicoanálisis freudiano. La primera hace posible que el paciente traslade sus relaciones parentales sobre su analista y le entregue un relato de su experiencia sufriente. La segunda es un instrumento excelente para el terapeuta al ayudarlo a prever el proceso de la cura y anticipar el inconsciente del paciente.

En la obra de Daulte estos tópicos del freudismo están llevados al límite, trastocados y puestos de cabeza.

En un espacio geométrico donde los personajes están anclados a su acción dramática y juegan roles que permanentemente son puestos en jaque, la Dra. A, visiblemente neurótica y turbada, recibirá la visita desesperada de quien, después sabremos no es un paciente borderline sino un colega que desea advertirle sobre un asesinato. Ambos colaboran, respectivamente, en la cura de un matrimonio al borde del divorcio.

Los personajes juegan siempre dentro de ese espacio de moquete y diván blanco. Alrededor del elemento diván, simbólico y real, se alternan las escenas que convierten la tragicomedia en un policial. Habrá conspiración para cometer delito, pistas del mismo y por sobre todo un secreto que será develado al final. La pistas mal leídas, las contratransferencias desviadas y el instrumento psicoanálisis llevados al límite oficiarán de motor narrativo y serán la condición de posibilidad de llegar a la resolución del conflicto.

Los personajes coexisten en el escenario y alternan historia y acciones sin salir jamás del espacio blanco pero con una alta calidad de dirección que hace que los espectadores jamás experimenten acumulación, sino que puedan ser receptores de los juegos alternados en tiempo y espacio entre ellos.

Las actuaciones alcanzan momentos brillantes y tienen en todos los casos los matices inherentes a paciente y psicoanalista pero siempre llevados al límite del absurdo y la parodia en todos los roles.

La iluminación y la música acompañan la diégesis y aportan el suspenso necesario en una puesta que apelando a un texto brillante y actuaciones excelentes nos divierte y deja una enseñanza: nunca crea que su analista es Dios.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Vimos la obra con mi esposa y nos pareció excelente. El director Marcelo Velazquez maneja los ritmos de la obra a la perfección.
Los actores componen sus papeles con maestría: Eduardo Narvay y Luis Dartiguelongue son un lujo.
Las actrices Paola Cappellari y Uki Cappellari,( son hermanas? ) están perfectas en sus papeles. Grandes actuaciones las cuatro, gran ritmo. Muy recomendable.