miércoles, 18 de junio de 2008

Crítica Revista Abrí


Por Elio Kohaj

Podría decirse que el texto de Javier Daulte presenta una poderosa actualidad. Pero lo que querríamos plantear aquí es que lo que viste de fuertemente vigente a esta obra es la calidad de la puesta en escena de Marcelo Velázquez. En ésta, nos encontramos de entrada con dos elementos: una ironía grandilocuente y la tensión propia del thriller, que redibujada por la ironía se hace más intensa, para crear toda una nueva visión en este devenir de psicoanalizados y psicoanalistas, con sus conflictos internos y de pareja. Si bien al principio esta forma de encararlo puede resultar un poquito molesta, es esta misma forma la que permite que el drama transcurra fluidamente y se desarrolle y pueda hacer su trabajo sobre los espectadores; dejando que la historia lejos de convertirse en melodrama se transforme en un drama profundo sin perder los destinos que colocaron la ironía inicial. Este tipo de trabajos se podrían tornar en melodramas o alejarse de la identificación de los espectadores al tomar distancia, volviéndose un charco que no puede cruzarse, pero no es el caso. En este caso vemos un excelente trabajo de profesionales que se dirijen a un público al que le saben contar una historia, sorprenderlo, cautivarlo sin estar haciendo alardes para entendidos. Realmente disfruto cuando un espectáculo está pensado para el público y no para la gente estudiosa de teatro y su intelecto, donde se ve más que el espectáculo el esfuerzo hecho por poner conocimientos y datos de cátedras varias.Estas condiciones impuestas por la puesta le dan un marco único al trabajo de los actores, que pueden desplegar un dramatismo actoral magistral, comprometido transpirado e impactante, especialmente Eduardo Narvay; pero todo el elenco es un lujo.

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Junio 2008.

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